viernes, 18 de mayo de 2012

Viaje

  Cuando recuerdas que no vas a ninguna parte es cuando aceleras, te vas aferrando a todo por miedo a perderlo;te sientes desorientada, hace tiempo que dejaste tu rumbo atrás, de golpe estás en la búsqueda de algo que de sentido a tu vida  hasta que, ya,agotada, tus pies caen rendidos en  ese oscuro túnel y te encuentras andando por ese interminable andén perdiendo la noción del tiempo. De repente, ya consumida por esa desesperación, ya sintiendo las vías por las que pasa la energía, aparece ese tren. Llega a gran velocidad, brillante, deseable y antes de que sea demasiado tarde te subes obedeciendo tal vez a tu razón tal vez a tu corazón. A bordo vuelves a percibir esa luz que un día se escapó de tus ojos, poco a poco cada sorpresa de su destino, sus  días, sus noches, te van llenando de vida, te dejas hechizar por esa maravillosa magia que mueve su motor, te dejas llevar. Llegas a lo más alto rozando el séptimo cielo con la punta de los dedos, pero tu cobardía en llamas te tira por la salida de emergencia y caes otra vez en ese andén. Asustada y arrepentida corres tras él, intentas atraparle pero este siempre es más rápido, y se te escapa de tu alcance. Aún así sigues su camino, cansada, destrozada y se va apagando la llama de la esperanza de que algún día vuelva a pararse a la vez que dejas atrás tu felicidad sin dejar de recordar el sabor de ese bonito viaje.


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